viernes, 19 de abril de 2013

PRESENTACIÓN


LA RELIGIÓN POPULAR DESDE TRES ÁNGULOS FILOSÓFICOS

 

PRESENTACIÓN

 

Las manifestaciones religiosas populares en México –y en general en Latinoamérica- son expresiones sociales que ponen de manifiesto una dicotomía implícita en el apelativo de “lo popular”. Ese apellido implícito en la expresión “religión popular”, necesariamente pone en evidencia la relación indisociable con una contraparte que haga necesario el apelativo calificativo y definitorio de “popular”, y esa contraparte es lo que podríamos denominar “religión oficial”, institucionalizada, jerárquica, piramidalmente constituida y bien definida por un corpus claro de normas, dogmas y cánones, para el caso de México, dada su configuración histórica, se trata principalmente de la Iglesia Católica. Esa religión ortodoxa, oficialmente legítima, generalmente ve con recelo las expresiones religiosas populares, muy frecuentemente las descalifica por considerarlas copias burdas de la Verdad Revelada de la cual se considera la única custodia. Así pues, esas expresiones religiosas populares, generalmente se ven signadas por el menosprecio y la sospecha, pues se trata de vivencias sociales que prescinden de la jerarquía eclesiástica, o bien, la incorporan, pero no desde lo que la oficialidad espera, sino desde lo que la intimidad del pueblo, “el costumbre” y la tradición local dictan –desde una liturgia gestada y gestionada por el pueblo-  quedando los clérigos en muchos casos, reducidos a una mera especie de “asalariados” religiosos que son invitados a ciertas actividades, no esperando contarse con su presencia en el resto de la celebración popular.

            Esta característica de la religión popular en su tensa relación con las instancias religiosas oficiales, institucionalizadas y hegemónicas, devela un conflicto presente en todo el entramado social de estos grupos culturales que dan vida y sustento a dichas manifestaciones religiosas al margen de la ortodoxia.  La separación entre los intereses de la religión oficial y los de la religión popular, es una distancia abismal que acentúa de forma diferente –y de hecho en extremos muy divergentes- los propósitos, esperanzas y expectativas humanas en relación a lo divino.

            Desde este punto de vista, refiero brevemente dos casos latinoamericanos que ilustran lo recién expresado: Monseñor Romero, en El Salvador y La Difunta Correa en Argentina. Ambos casos son ejemplos de canonizaciones populares que evidencian –en el culto- las diferencias sociales (en cuanto a proyectos sociales-nacionales) entre una hegemonía que detenta el poder, tiende a la homologación, la uniformidad y el franco integracionismo a ese monoproyecto social, y por otro lado, los grupos tradicionales que no se ven reflejados en dichos proyectos, y luchan por conservar sus tradiciones de corte ancestral, su identidad cultural autóctona y sus estructuras sociales locales.

            Monseñor Romero en El Salvador es un ejemplo evidente de esa canonización popular, una canonización que por razones políticas y religiosas ortodoxas, difícilmente llegará a oficializarse, al menos en un futuro cercano. Sin embargo, la forma en que el pueblo salvadoreño se volcó en derredor de su arzobispo desde el funeral después de su asesinato, marcó el derrotero de un culto popular que –en esos difíciles momentos de aquella nación- denotaba la urgencia de adscripción social, cobijo, pertenencia y unión entre grupos no favorecidos desde el poder hegemónico nacional, y además fuertemente violentados para integrarse a ese proyecto en detrimento propio. La santidad reconocida, desde el pueblo al arzobispo Romero, radica no tanto en su virtud y ortodoxia, sino en su opción por los pobres y los reprimidos de aquél momento, marcando una clara división de un “ellos” (gobierno represor) y un “nosotros” (los marginados). El pueblo ve a este hombre como santo, porque reconoce en él una autoridad que se quedó del lado de los reprimidos, no “se rajó”, ni se vendió, ni los entregó, como en el ámbito político tan frecuentemente ocurre. Esta realidad se ve aún hoy reflejada en la catedral de El Salvador, donde el culto en el sótano en derredor de la tumba de Monseñor Romero, contrasta con el culto oficial en la planta superior de la liturgia católica ordinaria.

            En el caso de la Difunta Correa, esta mujer –de apellido Correa- se ve obligada a desplazarse, huyendo de los conflictos políticos de la Argentina de principios del s. XX, nuevamente en derredor de problemas generados por proyectos modernizadores patrocinados desde el estado, que violentan a los grupos tradicionales locales, que no se ven reflejados en dichos proyectos. Esta mujer caminó, con un baúl debajo de un brazo, y con el otro, cargando a su hijo. Caminó y caminó hasta caer muerta, por lo que se le representa como una mujer muerta tirada boca arriba en el piso, con el crío prendido de su pecho. Casos parecidos son los del Gauchito Gil, y otros ejemplos de canonización popular de la época. En todo caso, no son personajes que hayan hecho algo específicamente sobresaliente, heróico o destacado en un acto monumental, más bien, son gente que “aguantó vara”, que siguió hasta donde pudo y fue truncada por proyectos exógenos a su realidad social local. Eso el pueblo lo entiende perfectamente, para ellos la virtud fue aguantar y no ceder, y si se cae, se cae permaneciendo lo que se es en la propia identidad. Ante la carencia de virtud que acusaría un proceso eclesiástico de canonización, el sector popular valora aquello en lo que ve reflejada su lucha diaria por sobrevivir física y culturalmente. Estos personajes que sucumbieron ante un proyecto social hegemónico expansivo y violento, se convierten en los modelos de virtud con poderes suprahumanos en la vivencia religiosa cotidiana de los grupos marginados.

            En este sentido, en la religión popular encontramos una radiografía de los procesos sociales conflictivos entre grupos antagónicos, pues evidencia luchas de poder, tironeo por la gestión del tiempo y el espacio sagrado, debates entre los mismos símbolos pero interpretados diferentemente de uno y otro lado, etc.

            Desde este punto de vista, lo que está implícito en la complejidad de los fenómenos religiosos populares, puede ser analizado con mucha profundidad desde distintos ángulos disciplinares: antropología, psicología, historia, sociología, etc. En este foro, nos interesa específicamente abordarlo desde la filosofía, con tres enfoques particulares: filosofía del lenguaje, perspectiva histórica de la filosofía medieval y desde la antropología filosófica. Cada uno de estos enfoques queda representado por cada una de las tres ponencias presentadas en este foro, que pretende –más que dar pautas establecidas- generar la abierta y franca discusión filosófico-teológica en torno al tema de la religión popular, valorada en sí misma, y reconocida en su plena particularidad y distancia frente a la oficialidad.

            No me resta más que agradecer profundamente al Mtro. Jorge Luis Ortiz Rivera -entrañable amigo, exalumno y colega- su valiosa participación en este evento, además de enriquecerlo con la interacción de sus alumnos provenientes de otras instituciones educativas en esta su Alma Mater y otrora casa de desempeño profesional. Así mismo, agradezco al Lic. Jesús Valle, por su animosa aceptación a participar desde recién expresada la idea primera, así como su emprendedora insistencia en la realización de este evento, sin la cual, no hubiera llegado a concretarse en estas fechas.

 

 

“Ducit et Docet”

Ramiro Alfonso Gómez Arzapalo Dorantes

Santa Úrsula Xitle, 16 de octubre de 2012