LA RELIGIÓN POPULAR DESDE TRES ÁNGULOS
FILOSÓFICOS
PRESENTACIÓN
Las manifestaciones religiosas populares en
México –y en general en Latinoamérica- son expresiones sociales que ponen de
manifiesto una dicotomía implícita en el apelativo de “lo popular”. Ese
apellido implícito en la expresión “religión popular”, necesariamente pone en
evidencia la relación indisociable con una contraparte que haga necesario el
apelativo calificativo y definitorio de “popular”, y esa contraparte es lo que
podríamos denominar “religión oficial”, institucionalizada, jerárquica,
piramidalmente constituida y bien definida por un corpus claro de normas,
dogmas y cánones, para el caso de México, dada su configuración histórica, se
trata principalmente de la Iglesia Católica. Esa religión ortodoxa,
oficialmente legítima, generalmente ve con recelo las expresiones religiosas
populares, muy frecuentemente las descalifica por considerarlas copias burdas
de la Verdad Revelada de la cual se considera la única custodia. Así pues, esas
expresiones religiosas populares, generalmente se ven signadas por el
menosprecio y la sospecha, pues se trata de vivencias sociales que prescinden
de la jerarquía eclesiástica, o bien, la incorporan, pero no desde lo que la
oficialidad espera, sino desde lo que la intimidad del pueblo, “el costumbre” y
la tradición local dictan –desde una liturgia gestada y gestionada por el
pueblo- quedando los clérigos en muchos
casos, reducidos a una mera especie de “asalariados” religiosos que son
invitados a ciertas actividades, no esperando contarse con su presencia en el
resto de la celebración popular.
Esta
característica de la religión popular en su tensa relación con las instancias
religiosas oficiales, institucionalizadas y hegemónicas, devela un conflicto
presente en todo el entramado social de estos grupos culturales que dan vida y
sustento a dichas manifestaciones religiosas al margen de la ortodoxia. La separación entre los intereses de la
religión oficial y los de la religión popular, es una distancia abismal que
acentúa de forma diferente –y de hecho en extremos muy divergentes- los
propósitos, esperanzas y expectativas humanas en relación a lo divino.
Desde
este punto de vista, refiero brevemente dos casos latinoamericanos que ilustran
lo recién expresado: Monseñor Romero, en El Salvador y La Difunta Correa en
Argentina. Ambos casos son ejemplos de canonizaciones populares que evidencian
–en el culto- las diferencias sociales (en cuanto a proyectos
sociales-nacionales) entre una hegemonía que detenta el poder, tiende a la
homologación, la uniformidad y el franco integracionismo a ese monoproyecto
social, y por otro lado, los grupos tradicionales que no se ven reflejados en
dichos proyectos, y luchan por conservar sus tradiciones de corte ancestral, su
identidad cultural autóctona y sus estructuras sociales locales.
Monseñor
Romero en El Salvador es un ejemplo evidente de esa canonización popular, una
canonización que por razones políticas y religiosas ortodoxas, difícilmente
llegará a oficializarse, al menos en un futuro cercano. Sin embargo, la forma
en que el pueblo salvadoreño se volcó en derredor de su arzobispo desde el
funeral después de su asesinato, marcó el derrotero de un culto popular que –en
esos difíciles momentos de aquella nación- denotaba la urgencia de adscripción
social, cobijo, pertenencia y unión entre grupos no favorecidos desde el poder
hegemónico nacional, y además fuertemente violentados para integrarse a ese
proyecto en detrimento propio. La santidad reconocida, desde el pueblo al
arzobispo Romero, radica no tanto en su virtud y ortodoxia, sino en su opción
por los pobres y los reprimidos de aquél momento, marcando una clara división
de un “ellos” (gobierno represor) y un “nosotros” (los marginados). El pueblo
ve a este hombre como santo, porque reconoce en él una autoridad que se quedó
del lado de los reprimidos, no “se rajó”, ni se vendió, ni los entregó, como en
el ámbito político tan frecuentemente ocurre. Esta realidad se ve aún hoy
reflejada en la catedral de El Salvador, donde el culto en el sótano en
derredor de la tumba de Monseñor Romero, contrasta con el culto oficial en la
planta superior de la liturgia católica ordinaria.
En
el caso de la Difunta Correa, esta mujer –de apellido Correa- se ve obligada a
desplazarse, huyendo de los conflictos políticos de la Argentina de principios
del s. XX, nuevamente en derredor de problemas generados por proyectos
modernizadores patrocinados desde el estado, que violentan a los grupos
tradicionales locales, que no se ven reflejados en dichos proyectos. Esta mujer
caminó, con un baúl debajo de un brazo, y con el otro, cargando a su hijo.
Caminó y caminó hasta caer muerta, por lo que se le representa como una mujer
muerta tirada boca arriba en el piso, con el crío prendido de su pecho. Casos parecidos
son los del Gauchito Gil, y otros ejemplos de canonización popular de la época.
En todo caso, no son personajes que hayan hecho algo específicamente
sobresaliente, heróico o destacado en un acto monumental, más bien, son gente
que “aguantó vara”, que siguió hasta donde pudo y fue truncada por proyectos
exógenos a su realidad social local. Eso el pueblo lo entiende perfectamente,
para ellos la virtud fue aguantar y no ceder, y si se cae, se cae permaneciendo
lo que se es en la propia identidad. Ante la carencia de virtud que acusaría un
proceso eclesiástico de canonización, el sector popular valora aquello en lo
que ve reflejada su lucha diaria por sobrevivir física y culturalmente. Estos
personajes que sucumbieron ante un proyecto social hegemónico expansivo y
violento, se convierten en los modelos de virtud con poderes suprahumanos en la
vivencia religiosa cotidiana de los grupos marginados.
En
este sentido, en la religión popular encontramos una radiografía de los procesos
sociales conflictivos entre grupos antagónicos, pues evidencia luchas de poder,
tironeo por la gestión del tiempo y el espacio sagrado, debates entre los
mismos símbolos pero interpretados diferentemente de uno y otro lado, etc.
Desde
este punto de vista, lo que está implícito en la complejidad de los fenómenos
religiosos populares, puede ser analizado con mucha profundidad desde distintos
ángulos disciplinares: antropología, psicología, historia, sociología, etc. En
este foro, nos interesa específicamente abordarlo desde la filosofía, con tres
enfoques particulares: filosofía del lenguaje, perspectiva histórica de la
filosofía medieval y desde la antropología filosófica. Cada uno de estos
enfoques queda representado por cada una de las tres ponencias presentadas en
este foro, que pretende –más que dar pautas establecidas- generar la abierta y
franca discusión filosófico-teológica en torno al tema de la religión popular,
valorada en sí misma, y reconocida en su plena particularidad y distancia
frente a la oficialidad.
No
me resta más que agradecer profundamente al Mtro. Jorge Luis Ortiz Rivera
-entrañable amigo, exalumno y colega- su valiosa participación en este evento,
además de enriquecerlo con la interacción de sus alumnos provenientes de otras
instituciones educativas en esta su Alma Mater y otrora casa de desempeño
profesional. Así mismo, agradezco al Lic. Jesús Valle, por su animosa
aceptación a participar desde recién expresada la idea primera, así como su
emprendedora insistencia en la realización de este evento, sin la cual, no
hubiera llegado a concretarse en estas fechas.
“Ducit et Docet”
Ramiro Alfonso Gómez Arzapalo Dorantes
Santa Úrsula Xitle, 16 de octubre de
2012