USO DE LAS IMÁGENES
SAGRADAS EN LA EDAD MEDIA.
Antecedente a la
formación de las órdenes mendicantes.
Mtro. Jorge Luis
Ortiz Rivera.
Quisiera
empezar esta participación que versa sobre temas de la cultura en la Edad
Media, precisamente como lo hacían en las grandes universidades de aquella
época, al aplicar el conocido método de la Disputatio,
tan ampliamente difundido por maestros como Santo Tomás de Aquino y el Beato
Juan DunsScoto: definiendo, previamente a tratar filosóficamente el tema, los
términos que en él entran en juego. En cualquier caso, esto es esencial para
evitar ambigüedades y que la discusión se torne un inútil enfrascamiento de
veleidosas y soberbias inteligencias. Mejor, dejar zanjado en un principio, lo
que se ha de entenderse en cada caso, por cada uno de los términos que se
utilizarán.
I. Nociones:
Orden
Mendicante:
Llamamos Órdenes Mendicantes a aquellas formas de
vida cenobítica, propias de la edad media, en las cuales sus miembros hacen
voto de pobreza extrema, por el que renuncian a la posesión y adquisición todo
tipo de propiedades o bienes, tanto en el fuero personal como en el
comunitario, manteniéndose sólo por la caridad del resto del pueblo cristiano.
De ahí su denominación de “mendicantes”. Este término deriva del latín mendicare, es decir, pedir limosna.
Contrario a lo
que se pudiera pensar, la aprobación de este tipo de vida religiosa no fue tan
fácilmente aceptada por la jerarquía de la Iglesia de aquella época. Junto a
las grandes cuatro Órdenes Mendicantes reconocidas surgieron una serie de
grupos que ponían en entredicho, más allá que con el testimonio, con francas
oposiciones y querellas directas, el estilo de vida mayestático del clero
secular, tan común en aquella época. Dejando de lado este interesante momento
de la historia de la Iglesia, por no ser su lugar acá para ser estudiado a
fondo, se pueden reconocer, como he dicho anteriormente, 4 Órdenes con este
atributo y que son de gran importancia para la historia de la conformación de
la cultura mestiza en nuestro continente en general y de nuestro país en
particular a saber:
1) Los
Hermanos de Santa María del Monte Carmelo, quienes reciben su regla de manos
del Patriarca de Jerusalén en 1204 y quienes, pese a ser los más antiguos,
llegaron a México como último grupo mendicante
en 1593. Quizá esto haya provocado, junto con el hecho de que fue la rama
reformada quien pisó tierra mexicana, que se les olvide en el recuento de las
Órdenes que trabajaron en la evangelización de México. Sin embargo, es
imposible dejar de reconocer la importancia que tienen para nuestros fines de
estudio. Piénsese, al menos, en el rico simbolismo del escapulario, tan
difundido en nuestro país.
2) Los
Hermanos Franciscanos, sobre todo aquellos pertenecientes a la Orden de los
Frailes Menores quienes recibieron, no sin mucho recelo, la autorización papal
en 1209 y que llegaron a México en 1523. Por todos nosotros es conocida la
importancia que este grupo tuvo en la evangelización de la Nueva España. Fue a
uno de ellos, Juan de Zumárraga, quien recibiera la imagen por excelencia: La
Virgen de Guadalupe.
3) Hermanados
por su cercanía histórica y por disposiciones eclesiales a los franciscanos, se
encuentran los frailes de la Orden de Predicadores, o Dominicos, que siendo
aprobados pontificiamente en 1244, llegaron a México en 1526. Su imagen propia
es el rosario, mandala cristiano, ampliamente difundido en nuestro pueblo.
4) Aunque san
Agustín había escrito una regla para facilitar la vida en común, no fue sino
hasta 1244 en que se aprobó su conformación como Orden Mendicante. Su llegada a
México fue en 1533. Más que una imagen que los reconozca, ellos poseen gran
parte de la sustentación teórica del concepto de imagen trabajado y reconocido en la Edad Media.
Imagen.
Es de todo
punto necesario reconocer que la Edad Media es un mundo plagado de imágenes. La
vida misma en aquella época es considerada como una imagen de un mundo futuro
al cual el pueblo entero aspira llegar. Encontramos que se denominan imágenes a
objetos figurados, como lo son los retablos, las esculturas, los vitrales, las
miniaturas que engalanan los manuscritos medievales, todos los cuales
transmiten una cosmovisión particular, pero también se les conoce como imágenes
a los tropos del lenguaje tal como son las metáforas, las alegorías y las
similitudines. A todo ello, habría
que añadir los productos de la imaginatio popular: las imágenes
mentales resultantes de la meditación y de la memoria, además de los sueños y
visiones, tan en boga por aquellos años. Finalmente, como culmen de este
pléroma de imágenes, se cuenta incluso la característica ontológica fundamental
del ser humano. El propio hombre es considerado, desde la tradición agustiniana
como imago.
Sin embargo,
se tomará como punto de partida para estas reflexiones el concepto de imagen
que desarrollara en su momento Santo Tomás de Aquino. Primero porque representa
el punto más desarrollado de la reflexión filosófica sobre el particular. Pero,
además, porque retoma lo propuesto por la tradición platónica-agustiniana sobre
este tema y lo integra con las aportaciones el recién descubierto, para el
mundo cristiano occidental, pensamiento aristotélico. Pues bien ¿qué es una
imagen para el pensamiento tomista?
Primero, es la
representación mental de un objeto. La mente ha logrado captar las
características físicas del mismo. En este sentido, es singular, pues
corresponde a un solo objeto. El proceso de formación de la misma es explicado
por el aquinate de la siguiente manera: un objeto es captado por los sentidos
externos; éstos lo decodifican según el objeto para el que fueron creados. La
vista capta la luz; el oído, el sonido; etcétera. De modo tal que lo que recibe
la mente en un primer momento no es, ni con mucho, algo parecido al objeto
real, sino sólo los inconexos de éste. El sexto sentido, que Tomás de Aquino
llama sentido común, tiene la labor de reconstruir y restructurar estos datos
percibidos y formar la specieimpressa,
a la cual llamamos imagen o, términos tomistas, phantasmata. Esta imagen es guardada en el séptimo sentido, la
imaginación, que tiene como función guardar las imágenes y cuya función
principal consiste en hacer presente un objeto que, aunque es necesario que
estuviera frente al objeto en un primer momento, no lo es después. Por lo
tanto, la imagen representada no es la presentación directa de la realidad,
sino la presentación de un objeto real, sino la mostratio de un objeto real, cuando éste se encuentra ausente.
Todo esto
forma parte de lo que se le denomina como conocimiento sensible y es común a
seres humanos y bestias. El segundo momento de conocimiento es el intelectual,
que comienza cuando la imagen es sometida a los tres grados de abstracción que
producen el concepto, specieexpressa, pues
requiere de una palabra o término para referirse a ella y es guardada en el
octavo sentido: la memoria. El concepto, a diferencia de la imagen, es
universal y pertenece al orden metafísico. Esto es importante para lo que nos
ocupa: aunque es verdad que el conocimiento intelectual dota de una perfección
mayor al conocimiento humano, también es cierto que es más complejo de suyo; y
cuando las cosas a conocer son sublimes, muchas veces oculta más que develar,
remontándonos al sentido prístino del término alἧqeia
Los estudiosos
han determinado que la imaginación en el pensamiento de Santo Tomás no sólo es
el receptáculo de las imágenes conformadas por el sentido común, sino que
además puede combinarlas y construir nuevas imágenes. De ahí que se pueda
hablar de cuatro niveles de imaginación.
1) Imaginación eidética: consiste
en reproducir solo imágenes, aisladas, sin establecer relaciones entre ellas.
En este nivel, las imágenes no están organizadas y como tales se representan
caóticamente.
2) Imaginación
proporcional: se caracteriza
por presentar un incipiente nivel de organización de las imágenes. Por
medio de la imaginación se pueden establecer relaciones entre ellas.Así, se
pueden establecer varias relaciones de asociación: comparación, diferenciación,
semejanza, con lo cual instaura una cierta proporcionalidad.
3) Imaginación
reproductiva: En este nivel la
imaginación es capaz de representarse figuras en el espacio y continuidad en el
tiempo. Captadas imaginativamente, suponen una imaginación de alto nivel, ya que
su medida es interna a ellos mismos. Es este nivel el que permite, por ejemplo,
crear una novela.
4)Imaginación simbólica: es la que pone en relación un símbolo, un signo con
aquello que representa. Y es precisamente de ésta de la que se estará hablando
durante esta exposición.
II. Imágenes
en la Edad Media, una historia accidentada.
Las primeras
reflexiones paleocristianas entorno al uso de imágenes son de fuerte sabor
platonizante, por lo que, en defensa de la espiritualidad, se concluye maldad
intrínseca de la materia. Así, por ejemplo, San Justino afirmó que Jesús tuvo que ser feo, textualmente:“El rey
al que veneramos no tuvo hermosura de aspecto”. Eumorphian tupon. ¿Cómo si no, entonces, se podría
afirmar la supremacía del mundo espiritual, con respecto del nuestro material?
En este mismo tenor de ideas, Orígenes, conocido por su marcada actitud
antimaterialista que raya en la herejía sostuvo que: “La belleza
propiamente dicha no es propia de la
carne, que no es sino fealdad… Toda carne es heno”. Y Cristo, al revestirse de
carne debió, pues, carecer de belleza. Más fuerte aún es para los nestorianos la
conclusión: Jesús tuvo que ser Jorobado. Todo ello, aunado a la interpretación
veterotestamentaria de la prohibición de imágenes, pudiera hacer creer que
durante el incipiente cristianismo, el uso de imágenes fue nulo y que sólo una
perversión original del Kerygma pudiera explicar, primero, la lucha iconoclasta
y, después, el triunfo de la iconodulía.
Pero una cosa
es lo que las reflexiones filosóficas y teológicas sostengan, y otra la
necesidad que la gente posee de captar los grandes misterios de la fe por un
medio más sencillo que el de la adquisición de conceptos por vía de la
abstracción.
En el paleocristianismo se recurrió a la unión simbiótica entre las imágenes paganas y los simbolismos cristianos. Tal es el hecho, por ejemplo, de la aparición de las imágenes de Jesús Buen Pastor. Como se ven en las imágenes, es un manejo simbiótico entre la mitología greco romana y la cristianas. Lo mismo puede decirse del símbolo más abstracto del Crismón:
En el paleocristianismo se recurrió a la unión simbiótica entre las imágenes paganas y los simbolismos cristianos. Tal es el hecho, por ejemplo, de la aparición de las imágenes de Jesús Buen Pastor. Como se ven en las imágenes, es un manejo simbiótico entre la mitología greco romana y la cristianas. Lo mismo puede decirse del símbolo más abstracto del Crismón:
En todos ellos
se recurre al uso de imágenes para transmitir el concepto que se tiene de una
intuición religiosa. Muestra de ellos es el grafiti encontrado en las calles
populares y que demuestra el miedo que los romanos sentían hacia los cristianos
y la burla que de éstos hacen. Por todos conocida unas de las acusaciones que
provocara varias de las persecuciones de aquella época: la denigrante acusación
de que los cristianos adoraban a un dios con cabeza de burro.
O
el anagrama de Jesús en griego ΙΧΘΥΣ, que se cree es
un críptico para la expresión “IesoúsChristósTheoúYiósSotḗr, es decir, Jesús Cristo, Hijo de Dios
Salvador. Pero como veremos más adelante es una imagen que hace referencia a un
cncpeto mucho más profundo, en términos filosóficos.
Para ilustrar esta tesis, a saber, los términos abstractos que la
filosofía o la teología manejan y que son transmitidos y captados a profundidad
por un reducido grupo de eruditos del cristianismo medieval, se recurrirá al
estudio de uno de los íconos más significativos de esa época, el ícono de
AndreiRublov (1360-1430). Otro el elemento
simbólico importante es el de la mandorla. Pero por la limitación del tiempo de
esta exposición, éste se dejará para mejor ocasión. Al fin, esta presentación
reporta los avances de una investigación más profunda sobre el tema anunciado
en el título de la misma.
Pintado
entre los años de 1422 y 1428, el ícono de la Trinidad es la obra más conocida
de Rublov. Representa a los tres ángeles mencionados en el relato bíblico del
Génesis. Los tres personajes se encuentran bajo la higuera de Mambré,
recibiendo el trato preferencial de Abraham
Son interesantes los elementos
simbólicos que aparecen este ícono. La transparencia de las vestimentas del
personaje de la izquierda contrasta con la solidez de los colores que presentan
el resto de los personajes, y en todos ellos aparece el color azul en alguno de
sus vestidos. Aunque la presencia de las alas pudiera hacer pensar al neófito en
los tres ángeles del mencionado pasaje bíblico, estos elementos y el resto de
la composición nos indica de quién se está hablando en realidad.
Que el primero de los personajes vista
una capa trasparente, es clara simbolización de la espiritualidad de su
naturaleza. Además posee el bastón de mando que, en esta reproducción aparece
remarcado con rojo. Los dedos de la mano derecha se
encuentran en posición de bendecir. En cambio, el personaje del centro tiene
las vestimentas claramente visibles, como si se pudieran palpar, pero al igual
que el anterior personaje, viste de azul y sus manos indica que se encuentra en
el acto de bendecir y sostiene el bastón de mando. Finalmente, te tercer
personaje, que posee asimismo el bastón de mando y la vestimenta azul completa
la escena.
Si nos atiende a la mirada de los tres personajes, se notará que entre
ellos forman un círculo.
Y lo mismo podría decirse de la
composición entera de la postura de los personajes. Entre ellos puede
distinguirse un circulo exterior que encierra a otro anterior que hace que la
el elemento principal sea, no ninguno de los personajes, sino la copa que está
siendo bendecida por el personaje del centro. Elemento que no no se encuentra
referido en el pasaje del génesis.
Pero no sólo eso, sino que en la
composición se pueden encontrar dos octágonos que dan marco a los personajes de
la escena: el que va de la casa a la higuera de ésta a los pies de los
personajes y, el otro, que va de la mirada de los mismos personajes hasta el
fondo de la escena. Además, la mirada de los personajes de los lados se cruza
en el centro de la mesa que sostiene la copa y que es bendecida por el
personaje del centro, como si los otros dos reafirmaran lo que el del centro
hace. Se pudiera decir que existe en ellos una complicidad de acción, puesto
que el cruce de las miradas se da en la mano bendiciente del personaje central,
aquél que, como ha quedado sentado más arriba, se ve con mayor densidad de los
tres que se encuentran figurados en la imagen.
Por otro lado, el contorno de interior
de los tres personajes dibuja una copa que ocupa el centro de la escena
plasmada por Rublev:
Finalmente,
en el mantel que cubre la mesa, debajo de la copa que es bendecida por el
segundo personaje, se distingue un rectángulo.
¿Qué dice la escena de AndreiRublov?
Para nosotros, aunque estemos separados cerca de 800 años de él, algunos
elementos siguen siendo bastante reveladores. Pero para los habitantes de Moscú
de 1400, seguro eran mucho más claro, por la cercanía y la familiaridad de su
uso. Recapitulemos:
1) La mirada de los personajes forma
un círculo, lo mismo que la composición de sus cuerpos. Desde tiempo
inmemorial, el círculo ha sido representación del infinito, porque es la figura
que, al carecer de ángulos, parece no comenzar y no terminar nunca. Es un
atributo de la divinidad. Así que los personajes no son ángeles, sino seres
divinos.
2) La transparencia de las vestimentas
del primer personaje indica su espiritualidad, mientras que la firmeza de los
colores del segunda nos indica su incardinación en el mundo de la materia, la
divinidad materializada que bendice una copa.
3) El verde de la capa del personaje
de la derecha hace captar al observador imbuido en este mundo que éste último
vivifica, como lo hace la primavera con los campos.
4) Pero aún hay más, la anunciada
composición octogonal. En mi libro Simbolismo
religioso valentiniano, he hecho ver cómo para el primitivo cristianismo
gnóstico y para otras formas de religiosidad antigua es también símbolo de la
divinidad, pues, en el caso del movimiento valentiniano, la Ogdoada, es decir,
el conjunto de las 8 entidades primigenias, derivadas del Protopadre,
constituye la completud de la divinidad primera. Esto tiene su inicio en
referencias mucho más antiguas que los mismos gnósticos y cristianos; pero la
composición que Rublev da a su obra, nos hace pensar que aún era común la Rusia
Medieval. De hecho, aún muchas personas utilizan espejos octagonales a la
entrada de sus casas, como símbolo de bendición.
Tres personajes que detentan símbolos
de divinidad: el círculo, el ocho, el tres, el azul. Para aquellos formados en
la tradición cristiana, el mensaje es ya claro: en esa escena no se representan
ángeles, sino la divinidad, una y trina. La transparencia de los ropajes del
primer personaje representa al Padre; la materialidad del segundo, al Hijo; la
vida simbolizada en el verde; al Espíritu Vivificador. La circularidad de su
mirada representa la eternidad del misterio.
El icono no representa en el fondo la
escena de los visitantes de Abraham, sino el misterio de la Trinidad. Misterio
que conceptualmente es inaccesible a la mente humana, pero que en una imagen se
puede transmitir con plenitud. La imagen en el medioevo se convierte en el
medio de evangelización para las masas. Reflexiónese en esta otra imagen:
Mucho más complicada, porque supone
para quien la ve el arte de saber leer, pero indica también la profundidad del
misterio trinitario.
Volviendo al icono de Rublov queda
señalar lo más obvio, para el ojo observador: los tres personajes dirigen su
mirada hacia la copa o cáliz que es bendecido por el personaje del Hijo y que
se encuentra exactamente sobre el rectángulo del mantel de la mesa. Para quien
haya seguido la explicación hasta ahora, el significado ya es claro,
considerando que en aquella época, la mayoría de la gente sostenía que el mundo
era cuadrangular y estaba conformado por los cuatro elementos griegos: Dios
bendice, con la acción monoteísta de la divinidad trina, al universo.
Más allá de lo que la reflexión
conceptual filosófica y teológica permite vislumbrar, la imagen del artista o
del místico, corrobora. Existe en la Edad Media, piénsese por ejemplo en la
línea agustiniana, la idea que las creaturas son imagen de Dios Creador y que
ellas conducen, con imperfección es cierto, a la certeza de lo que la fe dota.
El Itinerario de la mente hacia Dios
de San Buenaventura, así lo atestigua; pero también lo hacen las 5 vías de la
existencia de Dios de Santo Tomás de Aquino o las prueba a posteriori del Monologium
de San Anselmo o la afirmación de San Agustín de que el hombre es imago Dei.
Las imágenes, en cualquiera de sus
acepciones anunciadas al principio de esta presentación, no están lejos de las
exigencias del proceso de evangelización que se llevará a cabo en América a
partir del siglo XVI. Los hombres que la realizarán fueron formados con esta
idea central.
Lo que resta en el proceso de esta
investigación es el análisis de la figura de la mandorla; del Rosario, de la
desnudez de Cristo en las obras de Giotto. Lo que intento demostrar, pues, es
que para la mente de los miembros de las Órdenes Mendicantes no era extraño
condesar los contenidos dogmáticos en símbolos visibles –imágenes- y que ello
facilitó el proceso de evangelización en el Nuevo Mundo. Un mundo que también
hacía uso de procesos significativos y simbólicos. En el caso del Altiplano de
Anáhuac, procesos tan elaborados como el In
Xochitl in cuicatl. Dos mundos que trabajan la imaginación en el cuarto
nivel, se encontrarán, pero tendrán un punto de contacto: el uso de las
imágenes para transmitir y vivenciar la fe.