viernes, 19 de abril de 2013

PONENCIA DEL MTRO. JORGE LUIS ORTIZ RIVERA


USO DE LAS IMÁGENES SAGRADAS EN LA EDAD MEDIA.

Antecedente a la formación de las órdenes mendicantes.

Mtro. Jorge Luis Ortiz Rivera.

 

Quisiera empezar esta participación que versa sobre temas de la cultura en la Edad Media, precisamente como lo hacían en las grandes universidades de aquella época, al aplicar el conocido método de la Disputatio, tan ampliamente difundido por maestros como Santo Tomás de Aquino y el Beato Juan DunsScoto: definiendo, previamente a tratar filosóficamente el tema, los términos que en él entran en juego. En cualquier caso, esto es esencial para evitar ambigüedades y que la discusión se torne un inútil enfrascamiento de veleidosas y soberbias inteligencias. Mejor, dejar zanjado en un principio, lo que se ha de entenderse en cada caso, por cada uno de los términos que se utilizarán.

I. Nociones:

Orden Mendicante:

Llamamos Órdenes Mendicantes a aquellas formas de vida cenobítica, propias de la edad media, en las cuales sus miembros hacen voto de pobreza extrema, por el que renuncian a la posesión y adquisición todo tipo de propiedades o bienes, tanto en el fuero personal como en el comunitario, manteniéndose sólo por la caridad del resto del pueblo cristiano. De ahí su denominación de “mendicantes”. Este término deriva del latín mendicare, es decir, pedir limosna.

Contrario a lo que se pudiera pensar, la aprobación de este tipo de vida religiosa no fue tan fácilmente aceptada por la jerarquía de la Iglesia de aquella época. Junto a las grandes cuatro Órdenes Mendicantes reconocidas surgieron una serie de grupos que ponían en entredicho, más allá que con el testimonio, con francas oposiciones y querellas directas, el estilo de vida mayestático del clero secular, tan común en aquella época. Dejando de lado este interesante momento de la historia de la Iglesia, por no ser su lugar acá para ser estudiado a fondo, se pueden reconocer, como he dicho anteriormente, 4 Órdenes con este atributo y que son de gran importancia para la historia de la conformación de la cultura mestiza en nuestro continente en general y de nuestro país en particular a saber:

1) Los Hermanos de Santa María del Monte Carmelo, quienes reciben su regla de manos del Patriarca de Jerusalén en 1204 y quienes, pese a ser los más antiguos, llegaron a México como último grupo mendicante en 1593. Quizá esto haya provocado, junto con el hecho de que fue la rama reformada quien pisó tierra mexicana, que se les olvide en el recuento de las Órdenes que trabajaron en la evangelización de México. Sin embargo, es imposible dejar de reconocer la importancia que tienen para nuestros fines de estudio. Piénsese, al menos, en el rico simbolismo del escapulario, tan difundido en nuestro país.

2) Los Hermanos Franciscanos, sobre todo aquellos pertenecientes a la Orden de los Frailes Menores quienes recibieron, no sin mucho recelo, la autorización papal en 1209 y que llegaron a México en 1523. Por todos nosotros es conocida la importancia que este grupo tuvo en la evangelización de la Nueva España. Fue a uno de ellos, Juan de Zumárraga, quien recibiera la imagen por excelencia: La Virgen de Guadalupe.

3) Hermanados por su cercanía histórica y por disposiciones eclesiales a los franciscanos, se encuentran los frailes de la Orden de Predicadores, o Dominicos, que siendo aprobados pontificiamente en 1244, llegaron a México en 1526. Su imagen propia es el rosario, mandala cristiano, ampliamente difundido en nuestro pueblo.

4) Aunque san Agustín había escrito una regla para facilitar la vida en común, no fue sino hasta 1244 en que se aprobó su conformación como Orden Mendicante. Su llegada a México fue en 1533. Más que una imagen que los reconozca, ellos poseen gran parte de la sustentación teórica del concepto de imagen trabajado y reconocido en la Edad Media.

Imagen.

Es de todo punto necesario reconocer que la Edad Media es un mundo plagado de imágenes. La vida misma en aquella época es considerada como una imagen de un mundo futuro al cual el pueblo entero aspira llegar. Encontramos que se denominan imágenes a objetos figurados, como lo son los retablos, las esculturas, los vitrales, las miniaturas que engalanan los manuscritos medievales, todos los cuales transmiten una cosmovisión particular, pero también se les conoce como imágenes a los  tropos del lenguaje tal como son las metáforas, las alegorías y las similitudines. A todo ello, habría que añadir los productos de la  imaginatio popular: las imágenes mentales resultantes de la meditación y de la memoria, además de los sueños y visiones, tan en boga por aquellos años. Finalmente, como culmen de este pléroma de imágenes, se cuenta incluso la característica ontológica fundamental del ser humano. El propio hombre es considerado, desde la tradición agustiniana como imago.

Sin embargo, se tomará como punto de partida para estas reflexiones el concepto de imagen que desarrollara en su momento Santo Tomás de Aquino. Primero porque representa el punto más desarrollado de la reflexión filosófica sobre el particular. Pero, además, porque retoma lo propuesto por la tradición platónica-agustiniana sobre este tema y lo integra con las aportaciones el recién descubierto, para el mundo cristiano occidental, pensamiento aristotélico. Pues bien ¿qué es una imagen para el pensamiento tomista?

Primero, es la representación mental de un objeto. La mente ha logrado captar las características físicas del mismo. En este sentido, es singular, pues corresponde a un solo objeto. El proceso de formación de la misma es explicado por el aquinate de la siguiente manera: un objeto es captado por los sentidos externos; éstos lo decodifican según el objeto para el que fueron creados. La vista capta la luz; el oído, el sonido; etcétera. De modo tal que lo que recibe la mente en un primer momento no es, ni con mucho, algo parecido al objeto real, sino sólo los inconexos de éste. El sexto sentido, que Tomás de Aquino llama sentido común, tiene la labor de reconstruir y restructurar estos datos percibidos y formar la specieimpressa, a la cual llamamos imagen o, términos tomistas, phantasmata. Esta imagen es guardada en el séptimo sentido, la imaginación, que tiene como función guardar las imágenes y cuya función principal consiste en hacer presente un objeto que, aunque es necesario que estuviera frente al objeto en un primer momento, no lo es después. Por lo tanto, la imagen representada no es la presentación directa de la realidad, sino la presentación de un objeto real, sino la mostratio de un objeto real, cuando éste se encuentra ausente.

Todo esto forma parte de lo que se le denomina como conocimiento sensible y es común a seres humanos y bestias. El segundo momento de conocimiento es el intelectual, que comienza cuando la imagen es sometida a los tres grados de abstracción que producen el concepto, specieexpressa, pues requiere de una palabra o término para referirse a ella y es guardada en el octavo sentido: la memoria. El concepto, a diferencia de la imagen, es universal y pertenece al orden metafísico. Esto es importante para lo que nos ocupa: aunque es verdad que el conocimiento intelectual dota de una perfección mayor al conocimiento humano, también es cierto que es más complejo de suyo; y cuando las cosas a conocer son sublimes, muchas veces oculta más que develar, remontándonos al sentido prístino del término alqeia

Los estudiosos han determinado que la imaginación en el pensamiento de Santo Tomás no sólo es el receptáculo de las imágenes conformadas por el sentido común, sino que además puede combinarlas y construir nuevas imágenes. De ahí que se pueda hablar de cuatro niveles de imaginación.

1)  Imaginación eidética: consiste en reproducir solo imágenes, aisladas, sin establecer relaciones entre ellas. En este nivel, las imágenes no están organizadas y como tales se representan caóticamente.

2) Imaginación proporcional: se caracteriza por presentar un incipiente nivel de organización de las imágenes. Por medio de la imaginación se pueden establecer relaciones entre ellas.Así, se pueden establecer varias relaciones de asociación: comparación, diferenciación, semejanza, con lo cual instaura una cierta proporcionalidad.

3) Imaginación reproductiva: En este nivel la imaginación es capaz de representarse figuras en el espacio y continuidad en el tiempo. Captadas imaginativamente, suponen una imaginación de alto nivel, ya que su medida es interna a ellos mismos. Es este nivel el que permite, por ejemplo, crear una novela.

4)Imaginación simbólica: es la que pone en relación un símbolo, un signo con aquello que representa. Y es precisamente de ésta de la que se estará hablando durante esta exposición.

II. Imágenes en la Edad Media, una historia accidentada.

Las primeras reflexiones paleocristianas entorno al uso de imágenes son de fuerte sabor platonizante, por lo que, en defensa de la espiritualidad, se concluye maldad intrínseca de la materia. Así, por ejemplo, San Justino afirmó que  Jesús tuvo que ser feo, textualmente:“El rey al que veneramos no tuvo hermosura de aspecto”. Eumorphian  tupon. ¿Cómo si no, entonces, se podría afirmar la supremacía del mundo espiritual, con respecto del nuestro material? En este mismo tenor de ideas, Orígenes, conocido por su marcada actitud antimaterialista que raya en la herejía sostuvo que: “La belleza propiamente  dicha no es propia de la carne, que no es sino fealdad… Toda carne es heno”. Y Cristo, al revestirse de carne debió, pues, carecer de belleza. Más fuerte aún es para los nestorianos la conclusión: Jesús tuvo que ser Jorobado. Todo ello, aunado a la interpretación veterotestamentaria de la prohibición de imágenes, pudiera hacer creer que durante el incipiente cristianismo, el uso de imágenes fue nulo y que sólo una perversión original del Kerygma pudiera explicar, primero, la lucha iconoclasta y, después, el triunfo de la iconodulía.



Pero una cosa es lo que las reflexiones filosóficas y teológicas sostengan, y otra la necesidad que la gente posee de captar los grandes misterios de la fe por un medio más sencillo que el de la adquisición de conceptos por vía de la abstracción.



 En el paleocristianismo se recurrió a la unión simbiótica entre las imágenes paganas y los simbolismos cristianos. Tal es el hecho, por ejemplo, de la aparición de las imágenes de Jesús Buen Pastor.  Como se ven en las imágenes, es un manejo simbiótico entre la mitología greco romana y la cristianas. Lo mismo puede decirse del símbolo más abstracto del Crismón:




En todos ellos se recurre al uso de imágenes para transmitir el concepto que se tiene de una intuición religiosa. Muestra de ellos es el grafiti encontrado en las calles populares y que demuestra el miedo que los romanos sentían hacia los cristianos y la burla que de éstos hacen. Por todos conocida unas de las acusaciones que provocara varias de las persecuciones de aquella época: la denigrante acusación de que los cristianos adoraban a un dios con cabeza de burro.



O el anagrama de Jesús en griego ΙΧΘΥΣ, que se cree es un críptico para la expresión “IesoúsChristósTheoúYiósSotḗr, es decir, Jesús Cristo, Hijo de Dios Salvador. Pero como veremos más adelante es una imagen que hace referencia a un cncpeto mucho más profundo, en términos filosóficos.



Para ilustrar esta tesis, a saber, los términos abstractos que la filosofía o la teología manejan y que son transmitidos y captados a profundidad por un reducido grupo de eruditos del cristianismo medieval, se recurrirá al estudio de uno de los íconos más significativos de esa época, el ícono de AndreiRublov (1360-1430).  Otro el elemento simbólico importante es el de la mandorla. Pero por la limitación del tiempo de esta exposición, éste se dejará para mejor ocasión. Al fin, esta presentación reporta los avances de una investigación más profunda sobre el tema anunciado en el título de la misma.

Pintado entre los años de 1422 y 1428, el ícono de la Trinidad es la obra más conocida de Rublov. Representa a los tres ángeles mencionados en el relato bíblico del Génesis. Los tres personajes se encuentran bajo la higuera de Mambré, recibiendo el trato preferencial de Abraham



Son interesantes los elementos simbólicos que aparecen este ícono. La transparencia de las vestimentas del personaje de la izquierda contrasta con la solidez de los colores que presentan el resto de los personajes, y en todos ellos aparece el color azul en alguno de sus vestidos. Aunque la presencia de las alas pudiera hacer pensar al neófito en los tres ángeles del mencionado pasaje bíblico, estos elementos y el resto de la composición nos indica de quién se está hablando en realidad.

Que el primero de los personajes vista una capa trasparente, es clara simbolización de la espiritualidad de su naturaleza. Además posee el bastón de mando que, en esta reproducción aparece remarcado con rojo. Los dedos de la mano derecha se encuentran en posición de bendecir. En cambio, el personaje del centro tiene las vestimentas claramente visibles, como si se pudieran palpar, pero al igual que el anterior personaje, viste de azul y sus manos indica que se encuentra en el acto de bendecir y sostiene el bastón de mando. Finalmente, te tercer personaje, que posee asimismo el bastón de mando y la vestimenta azul completa la escena.

Si nos atiende a la mirada de los tres personajes, se notará que entre ellos forman un círculo.



Y lo mismo podría decirse de la composición entera de la postura de los personajes. Entre ellos puede distinguirse un circulo exterior que encierra a otro anterior que hace que la el elemento principal sea, no ninguno de los personajes, sino la copa que está siendo bendecida por el personaje del centro. Elemento que no no se encuentra referido en el pasaje del génesis.



Pero no sólo eso, sino que en la composición se pueden encontrar dos octágonos que dan marco a los personajes de la escena: el que va de la casa a la higuera de ésta a los pies de los personajes y, el otro, que va de la mirada de los mismos personajes hasta el fondo de la escena. Además, la mirada de los personajes de los lados se cruza en el centro de la mesa que sostiene la copa y que es bendecida por el personaje del centro, como si los otros dos reafirmaran lo que el del centro hace. Se pudiera decir que existe en ellos una complicidad de acción, puesto que el cruce de las miradas se da en la mano bendiciente del personaje central, aquél que, como ha quedado sentado más arriba, se ve con mayor densidad de los tres que se encuentran figurados en la imagen.



Por otro lado, el contorno de interior de los tres personajes dibuja una copa que ocupa el centro de la escena plasmada por Rublev:



Finalmente, en el mantel que cubre la mesa, debajo de la copa que es bendecida por el segundo personaje, se distingue un rectángulo.



¿Qué dice la escena de AndreiRublov? Para nosotros, aunque estemos separados cerca de 800 años de él, algunos elementos siguen siendo bastante reveladores. Pero para los habitantes de Moscú de 1400, seguro eran mucho más claro, por la cercanía y la familiaridad de su uso. Recapitulemos:

1) La mirada de los personajes forma un círculo, lo mismo que la composición de sus cuerpos. Desde tiempo inmemorial, el círculo ha sido representación del infinito, porque es la figura que, al carecer de ángulos, parece no comenzar y no terminar nunca. Es un atributo de la divinidad. Así que los personajes no son ángeles, sino seres divinos.

2) La transparencia de las vestimentas del primer personaje indica su espiritualidad, mientras que la firmeza de los colores del segunda nos indica su incardinación en el mundo de la materia, la divinidad materializada que bendice una copa.

3) El verde de la capa del personaje de la derecha hace captar al observador imbuido en este mundo que éste último vivifica, como lo hace la primavera con los campos.

4) Pero aún hay más, la anunciada composición octogonal. En mi libro Simbolismo religioso valentiniano, he hecho ver cómo para el primitivo cristianismo gnóstico y para otras formas de religiosidad antigua es también símbolo de la divinidad, pues, en el caso del movimiento valentiniano, la Ogdoada, es decir, el conjunto de las 8 entidades primigenias, derivadas del Protopadre, constituye la completud de la divinidad primera. Esto tiene su inicio en referencias mucho más antiguas que los mismos gnósticos y cristianos; pero la composición que Rublev da a su obra, nos hace pensar que aún era común la Rusia Medieval. De hecho, aún muchas personas utilizan espejos octagonales a la entrada de sus casas, como símbolo de bendición.

Tres personajes que detentan símbolos de divinidad: el círculo, el ocho, el tres, el azul. Para aquellos formados en la tradición cristiana, el mensaje es ya claro: en esa escena no se representan ángeles, sino la divinidad, una y trina. La transparencia de los ropajes del primer personaje representa al Padre; la materialidad del segundo, al Hijo; la vida simbolizada en el verde; al Espíritu Vivificador. La circularidad de su mirada representa la eternidad del misterio.

El icono no representa en el fondo la escena de los visitantes de Abraham, sino el misterio de la Trinidad. Misterio que conceptualmente es inaccesible a la mente humana, pero que en una imagen se puede transmitir con plenitud. La imagen en el medioevo se convierte en el medio de evangelización para las masas. Reflexiónese en esta otra imagen:



Mucho más complicada, porque supone para quien la ve el arte de saber leer, pero indica también la profundidad del misterio trinitario.

Volviendo al icono de Rublov queda señalar lo más obvio, para el ojo observador: los tres personajes dirigen su mirada hacia la copa o cáliz que es bendecido por el personaje del Hijo y que se encuentra exactamente sobre el rectángulo del mantel de la mesa. Para quien haya seguido la explicación hasta ahora, el significado ya es claro, considerando que en aquella época, la mayoría de la gente sostenía que el mundo era cuadrangular y estaba conformado por los cuatro elementos griegos: Dios bendice, con la acción monoteísta de la divinidad trina, al universo.

Más allá de lo que la reflexión conceptual filosófica y teológica permite vislumbrar, la imagen del artista o del místico, corrobora. Existe en la Edad Media, piénsese por ejemplo en la línea agustiniana, la idea que las creaturas son imagen de Dios Creador y que ellas conducen, con imperfección es cierto, a la certeza de lo que la fe dota. El Itinerario de la mente hacia Dios de San Buenaventura, así lo atestigua; pero también lo hacen las 5 vías de la existencia de Dios de Santo Tomás de Aquino o las prueba a posteriori del Monologium de San Anselmo o la afirmación de San Agustín de que el hombre es imago Dei.

Las imágenes, en cualquiera de sus acepciones anunciadas al principio de esta presentación, no están lejos de las exigencias del proceso de evangelización que se llevará a cabo en América a partir del siglo XVI. Los hombres que la realizarán fueron formados con esta idea central.

Lo que resta en el proceso de esta investigación es el análisis de la figura de la mandorla; del Rosario, de la desnudez de Cristo en las obras de Giotto. Lo que intento demostrar, pues, es que para la mente de los miembros de las Órdenes Mendicantes no era extraño condesar los contenidos dogmáticos en símbolos visibles –imágenes- y que ello facilitó el proceso de evangelización en el Nuevo Mundo. Un mundo que también hacía uso de procesos significativos y simbólicos. En el caso del Altiplano de Anáhuac, procesos tan elaborados como el In Xochitl in cuicatl. Dos mundos que trabajan la imaginación en el cuarto nivel, se encontrarán, pero tendrán un punto de contacto: el uso de las imágenes para transmitir y vivenciar la fe.